Cuento Preferido #15: Álvaro Bisama

Sobre “Compases al amanecer”, de Germán Marín. 
Sí, debería decir que “Compases al amanecer” es Germán Marín en estado puro, lo que no sé si es bueno o malo, pero sí inconsolable y terrible. Debería decir que los cuentos de Marín son esquirlas  enquistadas en la piel de la memoria chilena. No debería olvidar colocar que aparecen personajes suyos ya ensayados en otros libros. También, que se pasean Pompier y Enrique Lihn. Y las voces perdidas en la madrugada de la república. Y la vida de una clase media atrapada en el limbo del deseo y la violencia. Y que Marín tiene acá su revancha contra “Los Nenes” de Patricio Fernández, donde aparecía una versión suya como protagonista. Debería decir que hay fetiches, asesinatos, confesiones. No podría omitir que en un cuento el narrador es el diablo y que el diablo de Marín es peligroso pero también mediocre y se escurre entre boîtes y restoranes pobres, se escabulle en la provincia como quien se hunde en el fango. Y que la prosa de Marín respira de modo lento y pegajoso y atrapa al lector en su hedor y su maravilla. Debería decir que el texto final, “Me acuso”, es una confesión que parece la confesión de un crimen, pero también un testamento. 
Debería decir que en realidad “Compases al amanecer” es un libro protagonizado por monstruos y que esos monstruos son inquietantes y terribles y cercanos y siguen dando vueltas en la cabeza una vez que el libro se ha terminado, y uno se da cuenta de que no pertenecen, en su deforme chilenidad y su cercanía temible, sólo a Germán Marín sino que también al lector o, mejor dicho, a todos nosotros. 

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